Los instintos no son un poder paranormal ni existen únicamente en el reino animal. Es cierto que no disponemos de pautas de comportamiento complejas y hereditarias, como muchos animales, pero tenemos ciertas inclinaciones innatas hacia determinadas conductas. Estas se activan ante estímulos específicos, sin que pensemos demasiado en cómo debemos reaccionar, y tienen un carácter fundamentalmente adaptativo.
Por ejemplo, todos tenemos el instinto de supervivencia, nacemos con él. Gracias a este, podemos ponernos a salvo cuando estamos ante un peligro. En ese momento, nuestra mente racional se apaga y toma el mando la zona más antigua del cerebro. Ocurre un secuestro emocional que nos permite reaccionar rápidamente y ponernos a buen recaudo.
El instinto es una respuesta automática y visceral que suele hablarnos a través de la intuición.
De hecho, podríamos decir que la intuición es la manifestación sublimizada del instinto y, aunque tampoco media el razonamiento analítico, nos brinda una información mucho más elaborada y no tiene un carácter tan perentorio que nos empuja a la acción.
Mientras que el instinto nos lleva a actuar casi inmediatamente, la intuición es más una señal de alarma que nos obliga a detenernos y pensar.
Sin embargo, después de siglos de civilización, hemos echado nuestros instintos a un lado y acallamos nuestra intuición.
Hemos apostado por la razón, intentamos ocultar los sentimientos y hacemos oídos sordos a la llamada de los instintos porque consideramos que no están a "nuestra altura".
No obstante, considera que prestarle atención a tus instintos o a tu intuición no es juzgar, no es ceder a los estereotipos ni dejarte influenciar por el miedo, es simplemente escuchar lo que tu cuerpo o la parte más emocional de tu cerebro tienen que decir.
Tus instintos encierran un mensaje
1. Sensación de peligro. Es probable que alguna vez hayas tenido la sensación de estar en peligro y te hayas preguntado si es real o solo estás exagerando.
Cuando sientes una punzada de angustia, que te motiva a salir corriendo, lo primero que piensas es que se trata de tu imaginación. Sin embargo, cuando percibes que estás en peligro, es mejor actuar.
Lo mismo vale para los problemas de salud, en esas ocasiones en las que sentimos que algo no anda bien pero no podemos precisar de qué se trata.
Por supuesto, no se trata de caer en la hipocondría o la paranoia sino de escuchar un poco más las señales que envía nuestro cuerpo. De hecho, recuerda que nuestro inconsciente capta más información de la que podemos procesar de manera consciente por lo que a veces, la percepción del peligro proviene de este y deberíamos prestarle atención.
2. Primera impresión. La primera impresión es un mecanismo a través del cual atribuimos rasgos estables de personalidad basándonos en pequeños elementos, casi siempre pistas visuales, como el rostro de una persona, la ropa que lleva o la forma de moverse. Este proceso es muy básico pero nos resulta útil para guiarnos cuando no conocemos prácticamente nada de la otra persona, lo cual significa que también podría ser peligrosa.
Por tanto, mientras que la primera impresión no se convierta en un estereotipo, a veces es conveniente dejarse llevar por este mecanismo de señalización que nos puede llevar a acercarnos a una persona o a alejarnos, si consideramos que puede representar una amenaza para nuestra integridad física o psicológica.
3. Decisión correcta. Todos los días tomamos decisiones, algunas nos llevan apenas unos segundos, otras son más importantes y nos ponen delante de una encrucijada. Para tomar una buena decisión, sobre todo cuando se trata de una elección que puede cambiar tu vida, se recomienda que tomes cierta distancia del problema, así podrás valorar las diferentes opciones desde una perspectiva más objetiva.
Sin embargo, las emociones no son tus enemigas. De hecho, antes de tomar una decisión definitiva, es conveniente que explores cómo te sentirías. Deja hablar esa parte que te dice que estás tomando el camino correcto o que te estás equivocando. No se trata de que te dejes guiar exclusivamente por tu instinto pero sí de que lo escuches porque si te sientes incómodo con una decisión, es probable que no sea buena para ti.
¿Son fiables los instintos y las intuiciones?
Los instintos pueden equivocarse y las corazonadas no siempre son fiables. Sin embargo, también podemos equivocarnos al tomar una decisión meramente racional. De hecho, un estudio realizado en la Universidad de Tel Aviv ha demostrado que dejarnos llevar por nuestros instintos no es tan descabellado como parece ya que podemos acertar en el 90% de las ocasiones.
En este experimento los psicólogos hicieron que las personas se involucraran en un proceso de toma de decisiones cuidadosamente controlado.
En la pantalla de un ordenador se mostraban secuencias de pares de números, que pasaban rápidamente.
Una secuencia se mostraba en la parte superior derecha y la otra en la parte inferior izquierda. La tarea de las personas era identificar la fila que tenía el promedio mayor. Sin embargo, el problema era que como los números pasaban tan rápido ante sus ojos, era imposible memorizarlos, por lo que se debía recurrir a la aritmética intuitiva.
Lo asombroso fue que mientras más pares de números se presentaban en la pantalla, menos probabilidades tenían las personas de calcular ese promedio, pero más acertadas eran sus respuestas. De hecho, cuando se mostraron 6 pares de números, el 65% de las personas acertó. Cuando se mostraron 24 pares, las respuestas acertadas aumentaron a un 90%.
Este sencillo experimento nos demuestra que confiar en nuestra intuición y dejarnos llevar por nuestros instintos no siempre es malo. Al contrario, puede conducirnos a tomar la decisión correcta.
Hay ocasiones en las que tenemos que poner en práctica la sabia frase que nos legó el escritor español Armando Palacio:
"Cuando bordeamos un abismo y la noche es tenebrosa, el jinete sabio suelta las riendas y se entrega al instinto del caballo".